lunes, 18 de junio de 2012

365 días

“Y se cortó las venas la ternura...”

365 días y una foto sin dormir. Es lo que hoy me queda de la noche en que empezó todo. Aunque empezase antes. Aunque naciese terminado. 365 días después tengo la densidad del aceite en mis recuerdos y el agua se me escapa entre las manos. Quisimos lo que no supimos pedir y ansiamos en el otro una valentía que se nos agotó para nosotros. 365 días después creo que siempre supe demasiado. Sabía que me mentías, sabía que sería una cabeza más colgada en tu salón, sabía que me harías daño. Si retrasásemos el tiempo multiplicando por al menos 8 esos 365 días, quizás sí habrías conseguido que te mirara a los ojos en vez de remendar anclas. Si ingresáramos más de 2.900 días en la cuenta del debe y volvieras a pronunciar las mismas palabras, quizás me habría enamorado sin remisión. Me habría negado a besar otros labios y tendrías bajo la almohada un corazón parado a menos que le inyectaras aliento. Te habría esperado siempre y un poco más aún. Me habrías astillado el corazón. Sin embargo, llegamos tarde a aquellos andamios y yo ya conocía todos los trucos. Ya era tarde para mí. Ningún juego de manos iba a hacerme caer si la apuesta latía en bandeja de plata. Lo peor que aprendí hace 2.560 días (sin contar bisiestos) es que no vale solo con querer, el amor solo no sirve.

Yo quise pero no supe.